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martes, 5 de mayo de 2009

El Dinero es Deuda...

Es espeluznante entre otras frases que mencionan en el documental la del banquero Meyer Rothschild, fundador de la dinastía Rothschlid: “Denme el control del dinero y ya no importará quién haga las leyes”.

"Pienso que las instituciones bancarias son más peligrosas para nuestras libertades que ejércitos enteros listos para el combate. Si el pueblo americano permite un día que los bancos privados controlen su moneda, los bancos y todas las instituciones que florecerán en torno a los bancos, privarán a la gente de toda posesión, primero por medio de la inflación, enseguida por la recesión, hasta el día en que sus hijos se despertarán sin casa y sin techo, sobre la tierra que sus padres conquistaron" THOMAS JEFFERSON, 1802.

No "Va a pasar", Está Pasando ya!


¿Ha hecho usted testamento?

La Walkyria puede aparecérsenos en cualquier momento: nadie le garantiza que vaya usted a morir en su cama tras una larga decadencia como un anciano venerable rodeado de su amante familia y, sobre todo, con tiempo para las despedidas.
No, la bala que le tumbará en la delgada línea roja puede llegar en cualquier momento en cualquier lugar. Puede incluso que haya sido disparada ya y no lo sepa usted todavía.
Y la redacción del testamento es un trámite breve, no caro, que ahorra muchos problemas a los que se quedan aquí.
Sin embargo, es una de esas cosas que seguro que nunca le han preocupado (o, mejor, no le han querido preocupar) si no tiene usted una edad avanzada o una enfermedad crónica y/o peligrosa. Seguramente, porque aún sigue viendo a la Walkyria como a un enemigo, porque se ha creído esas historias para asustar a los niños que se cuentan sobre ella y sobre lo que hay o no hay tras ella (créame: hay).
Así le sucede a muchas personas: saben que su destino es ineludible, exactamente el mismo que los millones que nos precedieron y los millones que nos sucederán, y sin embargo lo van dejando hasta que un día ella les "sorprende".

Hay una bellísima canción inglesa de eras antiguas que desearía alguien entonara el día de mi adiós y que habla de ello.
No la transcribiré entera, sino sólo algunas frases: As I walked out one morning in May (Un día de mayo que caminaba yo) / The birds did sing and the lambs did play (en el que los pájaros cantaban y los corderos jugaban) / I met an old man by the way (encontré un anciano en mi camino) / (...) "My name is Death, cannot you see? (Mi nombre es Muerte, ¿no lo ves?) / Lords, dukes, and ladies bow down to me (Señores, duques y damas se arrodillan ante mí) / And you are one of those branches three (y tú eres uno de esos tres tipos de personas) / And you fair maid must come with me" (y tú, hermosa dama, debes venir conmigo) / (...) "I'll give you gold and jewels so rare (Te daré oro y joyas muy valiosas) / I'll give you costly robes to wear (te daré caros trajes para que te vistas con ellos) / I'll give you all my wealth in store (te daré toda la riqueza que poseo) / If you'll let me live a few years more" (si me dejas vivir unos pocos años más) / (...) Your time is come and you must away (tu tiempo ha llegado y debes marchar) / And not long after this fair maid died (Y poco después esta hermosa dama murió) / Write on her tomb this was inscribed (Y en su tumba fue escrito lo siguiente) / "Here lies a poor distressed maid ("Aquí yace una pobre y apenada doncella") / "Whom Death so cruelly she was betrayed" ("a quien la Muerte tan cruelmente traicionó").

Leído en frío y sin conocer su melodía puede parecer morbosa, pero puedo atestiguar que se trata de una de las canciones más hermosas que nunca he escuchado (y usted sabe que me gusta mucho la música).
La versión más popular fuera del Reino Unido es quizá la que grabó John Renbourn con su grupo en 1977.
Más arriba he reproducido la portada del disco. Escúchela si puede... No obstante, lo que me interesaba de todo esto no es la canción en sí, sino la inevitabilidad de algunas circunstancias que sabemos terminarán por alcanzarnos (y cuya importancia conocemos) y a las que no damos importancia pues seguimos viviendo como si no fueran a ocurrir nunca. O como si no nos importara que sucediera (cuando sí nos importa, y mucho). Es el caso de la llegada de la Walkyria, por ejemplo.

U otro caso del que hemos hablado largo y tendido en la historia de este blog: la constitución de una Dictadura Mundial de corte especialmente totalitario que se lleva gestando desde hace bastante tiempo pero que gracias al desarrollo tecnológico ha avanzado de forma espectacular durante los últimos años.

Esa Dictadura dividirá el mundo en dos. En una parte, la "afortunada", quedarán los países hoy considerados como desarrollados (incluyendo Europa, natürlich) y tal vez otros que en este momento no estén considerados como tales pero que convenga incluir en el lote. En estos países, la población será obligada a vivir su vida de acuerdo con los estándares fijados por la Administración Mundial dedicando la mitad de su tiempo a trabajar (en lo que se le diga..., y olvídese de trabajos creativos) y la otra mitad a consumir (lo que se le ofrezca y nada más). Estará totalmente prohibido bajo fuertes castigos (fuertes de verdad) salirse de las pautas establecidas, tratar de innovar o plantear contradicciones e intentar comportarse como un ser humano de verdad. Ya no le digo el hecho de pensar... Y lo peor es que los esclavos que vivan en esta zona estarán autoconvencidos de que viven realmente una Edad de Oro de la Humanidad.

En la otra parte del mundo, la más grande, será el caos y un holocausto de verdad. El Apocalipsis, por utilizar esa palabra tan famosa, aunque a mí personalmente no me gusta como definición.

Ocupémonos de la primera parte, porque es donde estará lo que hoy llamamos Europa. Para controlar a los ciudadanos, se aplicarán diversas técnicas la más simple de las cuales es la degradación educativa. Ya se está aplicando, de hecho, desde hace varios decenios. Resulta asombroso el nivel de analfabetismo intelectual y pobreza de espíritu que "mis amigos" han conseguido implantar de esta manera en los jóvenes occidentales contemporáneos: ésos a los que los triunfantes (y tendenciosos) medios de comunicación masivos califican con frases tan rimbombantes como falsas del estilo "se trata de la generación mejor preparada de la Historia", cuando lo cierto es que personalmente nunca he visto jóvenes con menos empuje y más ignorantes (el exceso de información, usted lo sabe, es aún peor que su ausencia) del mundo que les rodea.

Otro de los métodos "estrella" para el control es tan viejo como avasallador de la intimidad (otro concepto que gracias a los programas basura de eso que llaman telerrealidad está desapareciendo del acervo común: ¿nunca se ha fijado en la frivolidad y la facilidad con la que cualquier persona revela sus datos personales al planeta entero en cuanto tiene una cámara de televisión delante?) y se basa en el espionaje puro y duro de todo el mundo a través de la intervención gratuita de sus conversaciones telefónicas o el tráfico de datos por cable. ¿Se acuerda de cuando hablábamos de las medidas de este tipo impuestas por Estados Unidos y el Reino Unido contra sus propios ciudadanos? No hace tanto tiempo, ¿verdad? Y algún iluso opinaba que esas cosas no pasarían más que en los países anglosajones...

Pues bien, también están pasando en el resto de países europeos, incluyendo Alemania y España en los últimos meses y, esta misma semana, Suecia, donde el Parlamento (o mejor dicho: los diputados al servicio del gobierno sueco actual) han aprobado por sólo 5 votos a favor una nueva ley que permitirá al ministerio de Defensa intervenir cualquier comunicación privada y personal de un ciudadano, con acceso prácticamente ilimitado a los mensajes de texto por teléfono móvil, los correos electrónicos y demás formas de comunicación. Como de costumbre en estos casos, la Gran-Excusa-por-excelencia-que-todo-lo-justifica es el terrorismo y la seguridad del país. Algunas empresas como la operadora Telia Sonera o incluso el todopoderoso servidor de moda, Google, han denunciado que la ley sueca (¿No decían que Suecia era una especie de paraíso social?) "va más lejos que ninguna otra en Europa". Y sabemos que se han aprobado ya varias de este estilo. Pero, fíjese: nadie protesta en serio contra esto.

Si una ley de este tipo se implanta en Rusia o en China o en Irán o en Corea del Norte..., nuestros (tendenciosos) medios de comunicación masivos se llenan de páginas o imágenes o sonidos denunciando los "atentados a la democracia" de tal o cual "régimen" y la "falta de libertad" de sus respectivos "pueblos". Pero como ese avance del totalitarismo se produce aquí, ¡aquí, entre nosotros!, simplemente se trata de mirar hacia otro lado. De no armar mucho ruido para no despertar al embrutecido ciudadano común occidental, que está lo bastante borracho de fútbol, sucesos bestiales, sexo adulterado, escándalos de fantoches televisivos y teatrillo político diverso como para darse cuenta de cómo va perdiendo, cada día que pasa, centímetro a centímetro, sus derechos y sus (¿las tuvo realmente alguna vez?) libertades. Naturalmente, en ningún momento hay que recordarle que podría deshacer todo eso si fuera capaz de abrir los ojos ya y dar un puñetazo en la mesa, rebelarse y tomar el mando. Hay que dejarle dormir... Shhh...

Ahora todavía es tiempo de evitar eso. De evitar que se generalice el control hasta en las compras, como ese supermercado de Ahold que ha anunciado en Holanda la puesta en marcha del primer pago a través de la lectura de la huella digital del comprador (paso intermedio hacia la imposición del Verychip en el interior de nuestro cuerpo). Es tiempo..., pero para ello deberíamos usted y yo ser capaces de sacudir y despertar a toda la Humanidad, o a la mayor parte de ella al menos, la suficiente para plantar cara a cuanto está ocurriendo en este mismo momento. Insisto: no hablamos de algo que sucederá en un futuro más o menos próximo sino de lo que ocurre ya, ahora mismo. Sin embargo, mire en su entorno: el panorama es bastante desolador. ¿Todavía no le han recomendado que vaya a un psiquiatra a que le examinen sus "paranoias" y sus "manías persecutorias"?

Un día, ese mismo ciudadano que hoy se burla de estas ideas suyas se levantará de la cama y la Dictadura Mundial estará ya plenamente operativa. Quizás entonces despierte y diga: "un momento..., ¿qué ha pasado aquí? ¿cómo hemos llegado a esto? vamos a cambiar las cosas". Pero ya no podrá. ¿Recuerda la fábula de la liebre y la tortuga? La liebre no podrá decir: "alguien me la jugó, exijo que se repita la carrera". Porque el tiempo se acabó. No hay posibilidad de dar vuelta atrás. Ni un minuto más. Fin de los noventa minutos..., y sin prórroga.

...So cruelly she was betrayed.
Fuente: http://blogs.periodistadigital.com/herrkoch.php/2008/06/20/p173522#more173522

Indios

Somos los que creamos y creamos -y creemos- lo que somos.
Si durante toda la vida nos estamos quejando de la mala suerte que tenemos, de las puñaladas que nos dan los amigos, de lo poco que ganamos en el trabajo..., no nos extrañemos luego si tenemos mala suerte, nos dan puñaladas o ganamos poco.

¿Por qué un presidente del gobierno miente descaradamente diciendo que la economía va bien cuando es notable que va peor y sustituye la palabra crisis por desaceleración?
Por ese mismo motivo: hay que mantener elevada la moral para salir adelante de un problema.

Si el que más manda reconoce que la cosa no funciona, todo se derrumbaría con estrépito y a nadie le quedarían ganas de luchar. Y nuestro destino, si es que queremos ser hombres libres, es luchar. Hasta el fin de nuestros días. Y luchar más cuanto peor parezca la situación.

Por eso debemos comportarnos con nuestro inconsciente, con nuestro cuerpo entero, como si fuéramos el presidente del gobierno dirigiéndose a sus gobernados: debemos convencernos a nosotros mismos de que podemos hacerlo -sea lo que sea-; entre otras cosas, porque si no partimos de la suposición de que de verdad podemos, estamos autocondenándonos al fracaso desde el primer momento.

Una historieta humorística, en el mejor espíritu de Nasrudin, expresa lo que nos sucede tan a menudo en la vida...

Se cuenta que un indio que había sido educado en una ciudad del Este de los EE.UU. fue reclamado por los miembros de su antigua tribu al morir su anciano jefe, puesto que él era, aunque lejano, su último pariente vivo y el único con derecho a liderarlos en la reserva donde vivían.
Movido por la curiosidad, el indio "occidental" viajó hasta la reserva dispuesto a ponerse el tocado de plumas y reencontrarse con sus orígenes ancestrales, aunque fuera temporalmente.

Hubo una gran fiesta cuando llegó y aceptó el cargo oficialmente, pero sus problemas comenzaron de inmediato cuando le plantearon la primera pregunta que debía responder como nuevo jefe:

- ¿El próximo invierno será frío o templado?

Todos los jefes que le habían precedido, por su propio rango, tenían capacidad para conectar con el Gran Manitú y preguntárselo en un retiro personal en la Naturaleza. Luego comunicaban la respuesta a los demás indios.

Confundido, el jefe "occidental" prometió ponerse en contacto con Manitú durante su retiro personal pero, como no sabía cómo hacerlo pues nadie se lo había enseñado, aprovechó el momento de soledad en el campo para utilizar su teléfono móvil y llamar a la Agencia de Meteorología para preguntar por las previsiones. Allí le contestaron que era pronto para saberlo, pero esperaban que el invierno fuera tan frío como de costumbre.

Volvió el jefe a su tribu sin saber muy bien qué decir y recomendó a los demás indios que recogieran leña, por lo que pudiera pasar, ya que Manitú no había sido muy explícito en sus comunicaciones. Así que los indios se pusieron a recogerla.

Al cabo de unos días, e inquieto por la suerte de la tribu ya que no sabía si habían recogido leña suficiente, volvió a llamar a la Agencia de Meteorología aprovechando una pausa para fumar la pipa. De nuevo preguntó si tenían alguna información más concreta sobre cómo iba a ser el invierno. El encargado le contestó:

- Pues parece que va a ser bastante frío este año, después de todo.

Alarmado, el jefe dijo haber tenido una visión con el Gran Manitú, que le había advertido, ahora con bastante claridad, de la fuerte bajada de las temperaturas. La tribu redobló sus esfuerzos a la hora de recoger y almacenar leña.

Poco más tarde, el jefe insistió una vez más al teléfono de la Agencia de Meteorología, sólo para asegurarse. Le respondieron que estaban ya convencidos de que sí, de que iba a ser un invierno bastante duro, de los que marcan récords, y seguramente muy largo.
Agradeció la información y a continuación reunió a la tribu para avisarles:

- Hermanos. Esta noche he tenido un sueño profético. El Gran Manitú me ha dicho que el próximo invierno va a ser brutal. Coged todo lo que podáis encontrar para quemar porque lo vamos a necesitar.

Preocupados ya por tanto aviso, los indios almacenaban no sólo las ramas corrientes sino todo tipo de madera: desde troncos de árboles caídos hasta muebles viejos abandonados por los blancos..., e incluso la maleza suelta.

A estas alturas, el jefe estaba seriamente preocupado por toda la tribu pues nunca había pasado un invierno en aquella reserva y además en sus características tiendas, y no sabía si serían capaces de soportarlo, si es que se cumplían las previsiones meteorológicas.
Rumiando el asunto como una auténtica obsesión, aún quiso llamar una última vez para confirmar lo que se les venía encima y le preguntó al encargado:

- Por favor: es muy importante para mí. ¿Está usted completamente seguro de que este invierno va a ser tan terrible?

Y el otro le contestó:

- No le quepa la menor duda. Si es usted nuevo por aquí igual no se da cuenta, pero le aseguro que el que viene va a ser sin duda uno de los más crudos desde que tenemos registros históricos.

- Perdone que se lo pregunte pero... ¿Cómo puede estar usted tan seguro?

- ¡Porque los indios están como locos: nunca habían recogido tanta leña en tan poco tiempo!

Moraleja: ¿Tiene usted miedo al futuro? ¿a ser marcado con un verichip? ¿a ser invadido por extraterrestres con escamas? ¿al colapso del sistema financiero? ¿a sufrir un apocaliptico Ragnarök a la vuelta de la esquina?
Si tiene miedo a que esas posibilidades se hagan realidad, ya se han hecho realidad dentro de usted.

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(P.D.: Recuerde y nunca más olvide que usted es inmortal)

Fuente: http://blogs.periodistadigital.com/herrkoch.php/2008/05/11/p163824#more163824

Fin Del Mundo

Tal vez haya escuchado usted la historia de la Auténtica Iglesia Ortodoxa Rusa, que es como se llamaba la secta a la que pertenecen varias decenas de personas que llevaban bastante tiempo encerrados bajo tierra a la espera de que llegara el Apocalipsis. Esta semana se vieron obligados a salir de la gruta donde se habían atrincherado provistos de agua, víveres y combustible, porque dos de sus miembros habían fallecido semanas atrás y la corrupción de sus cuerpos amenazaba con matarlos a todos envenenados. Como todas las historias de fanáticos, ésta es incomprensible: no sólo se habían encerrado seis meses antes -¿para qué tanto tiempo? ¿no hubiera sido preferible disfrutar del aire libre hasta, digamos, una semana antes? ¿o un par de días antes?- sino que habían anunciado que volverían a la superficie el 27 de abril, cuando se celebró la Pascua Ortodoxa Rusa -¿acaso era ésa la fecha concreta en la que esperaban el Fin del Mundo?- pero luego lo retrasaron hasta mediados de junio, para la fiesta de la Trinidad -¿por qué se retrasó el Apocalipsis?-, y por último acabaron regresando con "los vivos" hace un par de días.

Esta obsesión con el Fin del Mundo no es nueva, pero ya resulta aburrida, de tan repetida. Y no sólo por los fanáticos de algunas iglesias cristianas, empeñadas en que llegue la Parusía y que Jesucristo se aparezca montado en su caballo blanco para separar a los buenos de los malos e impartir Justicia. Hay algunas que han pronosticado sucesivos años como el momento decisivo presuntamente elegido por Dios para resolver de una vez por todas las andanzas de esta criatura suya tan particular que es el ser humano. Pero ya digo que no son sólo ellos. Recuerdo por ejemplo los años previos a 1983 cuando se hizo muy popular en todo el mundo el best seller de un tipo profundamente alarmista que citaba para ese año un gran cataclismo que pondría punto y final a nuestro mundo. En lo particular, he de admitir que justo en ese año para mí acabaron muchas cosas..., y empezaron otras, pues me sucedieron algunos acontecimientos decisivos, pero nada que ver con el Apocalipsis, por supuesto, sino más bien al contrario: fue una renovación vital en toda regla.

El penúltimo año "maldito" que vivimos fue el 2000, cuando todo el mundo se empeñó en subrayar que empezaba el siglo XXI, siendo así que era mentira pues aquél fue en realidad el último año del siglo XX. Se pronosticaron grandes barbaridades para el 1 de enero de 2000, empezando por el colapso informático mundial que, como es lógico, nunca llegó (pero qué gran negocio hicieron los vendedores de ordenadores y otros artilugios de este estilo). Los mismos ignorantes que azuzaban la inquietud de la gente se empeñaban en comparar el miedo al año 2000 con el supuesto miedo al año 1000 que se supone hubo en aquellos lejanos tiempos, cuando lo cierto es que no existió. Los campesinos, curas, nobles..., que vivían en torno al año 1000 jamás tuvieron miedo a la llegada del año redondo entre otras cosas porque la inmensa mayoría de ellos ni siquiera sabían en que año vivían, ni les interesaba en lo más mínimo. Las gentes de entonces subrayaban su calendario de acuerdo con los ciclos naturales y el monarca que tuvieran. No pensaban: "estoy en el año 978 d.C." como nosotros, obsesionados con medir todo científicamente y al milímetro, sino: "estoy en el año 12 del reinado de mi señor Gunderico" por ejemplo.

El último año temible que tenemos en lontananza -hasta que pase y haya que buscar el siguiente- es el 2012. Se supone que justo en esa fecha coinciden no sé cuántas tradiciones mundiales y cierres de ciclo mágicos, astronómicos, astrológicos, esotéricos, místicos y supercalifragilísticoexpialidosos, empezando por unas presuntas profecías mayas que traen de cabeza a los aficionados al morbo y las películas de gran presupuesto. Resulta curioso que hayamos sido incapaces de traducir e interpretar los sobrecogedores y coloridos jeroglíficos de los Códices Mayas (los pocos que han logrado sobrevivir hasta nuestros días) en los que se acumulaban sus conocimientos y sin embargo nos permitamos el lujo de "saber" con toda exactitud lo que se suponía que ellos pensaban y auguraban para el futuro.

Supongamos que sí, que es el 2012. ¿Y...? ¿Qué piensa usted hacer? ¿Llenar una mochila con unos bocadillos y cogerse una cantimplora y la escopeta de aire comprimido antes de echarse al monte? ¿Cuánto tiempo sobreviviría usted por allí? Aunque fuera especialista en supervivencia, ¿merecería la pena sobrevivir a un holocausto nuclear general o a una Tierra abrasada por un supuesto planeta errante? Imagínese a los miembros de la secta rusa: destruido el mundo, salen a la superficie ¿y para qué? ¿Qué podrían hacer en medio de la nada, estéril y derruida?

En los años en los que todo el mundo temía un enfrentamiento nuclear entre EE.UU. y la URSS en plena guerra fría, una persona de mi entorno próximo solía comentar: "el día que lancen el primer misil me serviré un whisky y me sentaré tranquilamente a esperarlo en mi sofá favorito..., ¿para qué preocuparse si no podremos hacer nada?"

Muchos de los fanáticos que esperan/desean la llegada del Fin del Mundo son perezosos mentales y sobre todo espirituales. Gente que no está dispuesta a trabajar para salvarse a sí misma, para comprender el mundo ni para mejorarlo, ni por supuesto para ayudar a los demás; sino más bien todo lo contrario: se creen tan importantes, tan imprescindibles dentro del orden natural, que están deseando que llegue un Mesías de los Cielos para reconocer su labor, alabarles ante todo el planeta y salvarles transportándoles a un Paraíso de algodón que sólo existe en la imaginación de los niños más pequeños (lo que en el fondo son ellos durante toda su vida).

Apocalipsis no significa Fin del Mundo. Apocalipsis significa Revelación. Atención a ésta, que me fue confiada por un verdadero Maestro: el Cielo hay que conquistarlo en vida.

Fuente: http://blogs.periodistadigital.com/herrkoch.php/2008/05/17/p166099#more166099

Sea feliz

Somos nada en medio de la inmensidad de una Creación que no tiene principio ni fin, aunque algunas mentes temerosas se inventaran lo del Big Bang como principio de las cosas para tranquilizar el pavor al abismo (cuando en realidad sólo es uno de los movimientos de respiración de Dios).
Por eso resulta chocante la seguridad con la que algunos importantes científicos hablan de asuntos vaporosos, como si supieran a ciencia cierta que dicen la verdad absoluta, cuando por temor de su formación no pueden evitar trabajar con anteojeras mentales que reducen muy mucho su campo de visión.
Uno de los últimos casos de los que tengo noticia es el del profesor español Francisco Mora, que dirige el departamento de Fisiología Humana de la Facultad de Medicina en la Universidad Complutense de Madrid.
Hace una semanas participaba en un ciclo de conferencias organizado por la Fundación de Ciencias de la Salud y la Residencia de Estudiantes y allí se permitió el lujo de sentenciar, con total gravedad: "El cerebro humano es el producto de 700 millones de años de evolución y no está diseñado para alcanzar la felicidad".

Puede burlarse de mí sí quiere -y si es usted un científico, supongo que lo hará- pero nunca he entendido cómo se pueden aportar cifras tan enormes con tanta exactitud sin emplear más que la especulación (¿queda algún cerebro de hace 700 millones de años? ¿por qué 700 y no 500 ó 1.000? ¿cómo se demuestra una afirmación tan contundente?) y, sobre todo, cómo las personas comunes pueden aceptar frases tan categóricas porque sí, como si fueran palabra de Dios, sólo porque las diga un científico.

En el fondo, ¿no están siendo igual de crédulas que cuando el cura de turno amenaza con el Infierno de llamas que nos espera al otro lado de la Muerte si somos malos?
En el caso que nos ocupa, ¿qué significa eso de que el cerebro no está diseñado para alcanzar la felicidad? El cerebro está diseñado para enseñarnos a interactuar con el mundo que nos rodea, facilitándonos diversas herramientas. Que luego seamos nosotros capaces o no de conquistar esa felicidad (porque, al igual que el conocimiento, la felicidad sí existe, y se puede alcanzar, pero de la misma forma no se regala y también puedo decirle que no es precisamente barata -soy testigo de ambas circunstancias-) es otra cosa diferente.

Más opiniones -porque me niego a considerarlas verdades científicas- de Mora, que parece ser uno más en la larga lista de científicos que han decidido que el ser humano no es otra cosa que la carcasa física que nuestra primitiva ciencia moderna puede ver y tocar: "la principal causa de la infelicidad del ser humano está en el sistema límbico o cerebro emocional, una estructura que gestiona respuestas emocionales ante estímulos sensoriales". Es decir, somos un simple piano. Según la tecla que se nos toque, sonará una nota concreta. Esto en cierto modo es real. La inmensa mayoría de las personas responden a las teclas..., es ésa la misma inmensa mayoría que, en efecto, ignora lo que es la felicidad. Pero ¿eso quiere decir que no existe la felicidad? Si usted y su familia y sus amigos y toda la gente a la que usted conoce no han estado nunca en el mar, ¿llegará a la conclusión de que el mar no existe, cuando alguien le hable de él?

Si así lo hiciera, tampoco estaría actuando de manera muy extraña. De hecho, es la manera habitual de comportarse de casi todo el mundo desde el principio de los tiempos. Cuando los escasos exploradores de la Antigua Roma que se habían internado en algunas zonas africanas regresaban contando extrañas historias acerca de invencibles hombres gigantestos y peludos que vivían en los árboles, animales del tamaño de una colina armados con dos cuchillos inmensos y una gran serpiente pegada a su cara, o caballos manchados como leopardos con un cuello similar al tronco de un árbol que correteaban por la sabana, sus contertulios podían optar por reírse de semejantes historias o pensar que habían hallado el camino a algún mundo mitológico. Desde luego, estaban lejos de imaginar que aquellos primitivos exploradores intentaban describirles gorilas, elefantes y jirafas, y que estos seres eran reales de verdad.

En su intervención en el seminario, Mora aseguraba que el hombre se plantea dos vías para lograr la felicidad: mantener el equilibrio entre el placer y el dolor "pues ambos extremos producen infelicidad" o bien aislarse del mundo "en una vía más drástica y quizás más auténtica" evitando interaccionar con él y que la información sensorial alcance el sistema emocional del cerebro. Aún así, no cree que nadie pueda alcanzar la famosa felicidad.

El placer y el dolor son las dos caras de la misma moneda y resulta útil mantener ese equilibrio. O, mejor, elevarse por encima de ambos, por encima del péndulo vital. Sin embargo, resulta incierto afirmar que esas experiencias nos alejan de la felicidad. En lo personal, hace tiempo creo haber entendido que la verdadera felicidad nace de la Comprensión (de quiénes somos, de dónde estamos, de lo que estamos haciendo realmente y de lo que debemos hacer, de cómo funciona todo...) y ésta sólo se puede conseguir tras la reflexión profunda sobre las experiencias de la vida y el conocimiento que destilamos a partir de ellas (achtung: no sólo de la mera información obtenida con ellas).

Negarse a experimentar la vida, con los distintos grados de placer y dolor que involucran cada una de nuestras experiencias (y las lecciones que de ellas podemos obtener), o aislarse del mundo en plan "auténtico", que es la segunda opción propuesta, sólo nos conducirá a un punto muerto. Un lugar inútil y petrificado en el que la vida pierde todo el sentido de lucha y épica que deberíamos asociar a ella permanentemente. En el fondo, es el venenoso anhelo por alcanzar ese falso Nirvana con el que sueñan los débiles: el retorno al mundo fetal, donde no teníamos que preocuparnos por buscar alimento, calor, protección, amor..., porque todo ello nos lo daba el "mundo" (nuestra madre) por el simple hecho de existir en su interior.

Es cierto que tal y como está el mundo en este momento (o mejor: tal y como parece que está, sobre todo teniendo en cuenta las cosas que usted sabe acerca de ciertas organizaciones secretas y cierta manipulación generalizada de los hechos en todo el planeta) resulta harto complicado pensar en la posibilidad de ser feliz. De hecho, en una sociedad como la nuestra, en la que todo el mundo parece estar de vuelta de todo (¡cuando ni siquiera ha llegado a la mitad del camino!), la de la felicidad resulta una idea, más que provocativa, propia de idiotas con los pies muy lejos de la Tierra.

Pero no es tan difícil cuando se comprenden ciertas cosas, empezando por el hecho de despreciar el decorado que tan esmeradamente han levantado a nuestro alrededor y que nos han hecho creer que es lo que necesitamos, con objeto de facilitar nuestro sueño eterno. No, no es tan complicado cuando uno sabe lo que de verdad importa. Y lo que importa no es lo material, en ninguno de sus sentidos ni de sus acepciones. Lo físico es mera ilusión. Imagino por ejemplo a Cagliostro, ese hombre que sabía demasiado, motivo por el cual su memoria ha sido tan denostada, encharcada y emponzoñada... Le imagino durante sus últimos meses, enterrado en vida por la Santa Inquisición en el Castillo de San Leo, en el fondo de un pozo infecto abandonado por todos. Y le imagino feliz, a pesar de la persecución, las torturas y los sufrimientos, al tener por fin después de tantos años de agitadas aventuras y avatares tiempo suficiente para dedicárselo a Sí Mismo, el único que después de todo importa.

"No soy de ninguna época, no soy de ningún lugar. Más allá del espacio y del tiempo, mi ser espiritual vive su eterna existencia. Si me sumerjo en mi pensamiento y remonto el curso de las edades, si extiendo mi espíritu hacia una forma de existencia distinta de aquélla que vosotros podéis percibir, me convierto en aquel que deseo ser", decía Cagliostro. "Mi nombre es el que requiera mi función, pues soy libre. Mi nación, aquélla en la que momentáneamente deba fijar mis pasos (...) yo soy Aquél que Es". Tan parecidas estas palabras a las de los antiguos iniciados reales del Viejo Egipto: Yo soy El que Soy, el que siempre ha sido y el que siempre seré.

Cuando uno ha hecho su elección y ha decidido venir a este mundo, lo ha hecho para jugársela, para aprender, para luchar y para crecer. Lo demás es tiempo despilfarrado y un tobogán a la nada. Como suele decir mi mejor amigo: "sea feliz; y si no le dejan, seálo aún más, sólo por fastidiar".

Abriendo los ojos a la verdad